miércoles, 4 de junio de 2014

NO ESTAS DEPRIMIDO, ESTAS DISTRAIDO

No estás deprimido, estás distraído. Distraído de la vida que te puebla, distraído de la vida que te rodea: delfines, bosques, mares, montañas, ríos.
No estás deprimido, estás distraído. Por eso crees que perdiste algo, lo que es imposible, porque todo te fue dado. No hiciste ni un sólo pelo de tu cabeza, por lo tanto no puedes ser dueño de nada.
Además, la vida no te quita cosas: te libera de cosas... te aliviana para que vueles más alto, para que alcances la plenitud. De la cuna a la tumba es una escuela; por eso, lo que llamas problemas, son lecciones.
No perdiste a nadie: el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además, lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón.
¿Quién podría decir que Jesús está muerto? No hay muerte... hay mudanza.
Y del otro lado te espera gente maravillosa: Gandhi, Miguel Angel, Whitman, San Agustín, la Madre Teresa, tu abuela y mi madre, que creía que la pobreza está más cerca del amor, porque el dinero nos distrae con demasiadas cosas y nos aleja, porque nos hace desconfiados.
Haz sólo lo que amas y serás feliz. El que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar, porque lo que debe ser será y llegará naturalmente.
No hagas nada por obligación ni por compromiso, sino por amor. Entonces habrá plenitud, y en esa plenitud todo es posible y sin esfuerzo, porque te mueve la fuerza natural de la vida, la que me levanto cuando se cayó el avión con mi mujer y mi hija; la que me mantuvo vivo cuando los médicos me diagnosticaban tres o cuatro meses de vida.
Dios te puso un ser humano a cargo y eres tu mismo. A ti debes hacerte libre y feliz. Después podrás compartir la vida verdadera con los demás.
Recuerda a Jesús: "Amarás al prójimo como a ti mismo".
Reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esa criatura que estás viendo es obra de Dios y decide ahora mismo ser feliz, porque la felicidad es una adquisición.
Además, la felicidad no es un derecho, sino un deber; porque si no eres feliz, estás amargando a todo el barrio.
Un sólo hombre que no tuvo ni talento ni valor para vivir, mandó matar a seis millones de hermanos judíos. Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar la nieve del invierno y las flores de la primavera, el chocolate de la Peruggia, la baguette francesa, los tacos mexicanos, el vino chileno, los mares y los ríos, el fútbol de los brasileños, Las Mil y Una Noches, la Divina Comedia, el Quijote, el Pedro Páramo, los boleros de Manzanero y las poesías de Whitman; la música de Mahler, Mozart, Chopin, Beethoven; las pinturas de Caravaggio, Rembrandt, Velázquez, Picasso y Tamayo, entre tantas maravillas.
Y si tienes cáncer o SIDA, pueden pasar dos cosas y las dos son buenas: si te gana, te libera del cuerpo que es tan molesto (tengo hambre, tengo frío, tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas)... y si le ganas, serás más humilde, mas agradecido... por lo tanto, fácilmente feliz, libre del tremendo peso de la culpa, la responsabilidad y la vanidad, dispuesto a vivir cada instante profundamente, como debe ser.
No estás deprimido, estás desocupado.
Ayuda al niño que te necesita, ese niño será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos y los jóvenes: te ayudarán cuando lo seas. Además, el servicio es una felicidad segura, como gozar a la naturaleza y cuidarla para el que vendrá.
Da sin medida y te darán sin medida. Ama hasta convertirte en lo amado; más aún, hasta convertirte en el mismísimo Amor.
Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas.
El bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, hay millones de caricias que alimentan a la vida. Vale la pena, verdad?.
Si Dios tuviera un refrigerador, tendría tu foto pegada en él.
Si Él tuviera una cartera, tu foto estaría dentro de ella.
Él te manda flores cada primavera. Él te manda un amanecer cada mañana. Cada vez que tú quieres hablar, Él te escucha.
Él puede vivir en cualquier parte del universo, pero Él escogió Tu corazón.
Enfréntalo, amigo, Él esta loco por ti!
Dios no te prometió días sin dolor, risa sin tristeza, sol sin lluvia, pero Él sí prometió fuerzas para cada día, consuelo para las lágrimas, y luz para el camino. "Cuando la vida te presente mil razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones por las cuales sonreir.

martes, 3 de junio de 2014

EL ZEN

Pero si se nos dice que la verdad del Zen es evidente, que está delante de nuestros ojos en todos los momentos del día, esto no habrá de llevarnos muy lejos. No parece que los acontecimientos del día tengan algo de notable; no parece que haya nada en eso de vestirse, comer la comida o lavarse las manos que pueda indicar la presencia del Nirvana o el estado de Buda. Sin embargo cuando un monje le preguntó al maestro Chao~chou "Qué es el Tao?", él le contestó: "La vida común es el Tao mismo". El monje volvió a preguntar: "Cómo podemos ponernos de acuerdo con él?" (o sea, "Cómo podemos ponernos en armonía y unidad con él?"). Chao~chou contestó: "Si tratas de ponerte de acuerdo con él, te apartarás de él"; pues la vida, tomada como la serie común de acontecimientos diarios variados, es algo esencialmente evasivo e indefinible; jamás permanece igual ni por un momento; nunca podemos hacer que se quede quieta para analizarla y definirla. Si tratamos de pensar sobre la rapidez con que pasa el tiempo o cambian las cosas, la mente se nos transforma en un torbellino. Mientras más nos esforcemos por aferrar el momento, de apoderarnos de una sensación placentera o de definir algo en forma tal que resulte satisfactorio en cualquier momento para todos, más evasivo resulta. Se ha dicho que definir es matar, y que si el viento se detuviera por un segundo para que pudiéramos apoderarnos de él, dejaría de ser viento. La misma cosa ocurre con la vida. Las cosas y los acontecimientos están moviéndose y cambiando perpetuamente; no podemos apoderarnos del momento presente y obligarlo a que se quede con nosotros; no podemos traer de vuelta el tiempo pasado, ni conservar para siempre una sensación pasajera. Cuando tratamos de hacerlo, todo lo que conseguimos es un recuerdo muerto; la realidad no está allí, y no puede derivarse de ello satisfacción alguna. Si repentinamente nos damos cuenta de que somos felices, mientras más tratemos de pensar en algún medio para conservar nuestra felicidad, más rápidamente se nos escapará. Tratamos de definir la felicidad con el fin de poder saber cómo hallarla cuando nos sintamos desgraciados. Un hombre piensa: "Soy feliz ahora por poder permanecer en este lugar. Por lo tanto la felicidad, para mí, es venir y quedarme en este lugar". Y la próxima vez que se sienta desgraciado tratará de aplicar esta definición; irá de nuevo a ese lugar, y descubrirá que no lo hace feliz. Sólo existirá el recuerdo muerto de la felicidad, y la definición ya no sirve. La felicidad es algo así como los pájaros azules de Maeterlink: si se trata de capturarlos pierden su color; es algo así como tratar de encerrar agua dentro de las manos: mientras más fuerte se apriete, más rápidamente se desliza entre los dedos. Por ello, cuando a un maestro Zen se le preguntó: "Qué es el tao?", respondió de inmediato: "Sigue andando!", pues solamente podemos enterder la vida andando a la par con ella; mediante una completa afirmación y aceptación de sus mágicas transformaciones e interminables cambios. Es gracias a esta aceptación que el discípulo Zen se siente invadido por una gran admiración, pues todas las cosas se renuevan permanentemente. El comienzo del universo se produce ahora, pues todas las cosas se están creando en este momento, y el fin del universo es ahora, pues todas las cosas están muriendo en este momento.
Se define en ocasiones al Zen como "ir rectamente hacia delante", o "ir derecho adelante", pues el Zen significa moverse con la vida sin tratar de detener e interrumpir su flujo. Es un conocimiento inmediato de las cosas mientras viven y mueren, que se diferencia de la simple comprensión de las ideas y sentimientos acerca de las cosas, que son símbolos muertos de una realidad viva. Por ello el maestro Takuan dice en relación con el arte de la esgrima (Kendo) --arte fuertemente influenciado por los principios del Zen:
 
Esto --lo que podría denominarse una actitud mental de "no interferencia"-- constituye el elemento más vital del arte de la esgrima, como asimismo del Zen. Si queda lugar para que quepa aunque sea un pelo entre dos acciones, esto es interrupción.
Con esto quería decir que el contacto entre un acontecimiento y la reacción ante el mismo no debiera de ser roto por el pensamiento discursivo, pues, continúa diciendo:
 
Cuando se golpean las manos, el sonido se produce sin pensarlo ni por un instante. El sonido no espera ni piensa antes de salir. No existe interrupción; un movimiento sigue al otro sin ser interrumpido por la mente consciente. Si se siente molesto y medita sobre qué hacer, frente al adversario que está a punto de derribarlo, usted le da lugar, es decir, una feliz oportunidad para su mortífero golpe. Deje que su defensa siga al ataque sin la menor interrupción, y no habrá entonces dos movimientos separados conocidos como ataque y defensa.
De ahí que si "ataque" representa al mundo exterior, o la vida, y "defensa" la reacción de uno ante la vida, debe aceptarse que esto significa que la distinción entre "yo" y "la vida" queda destruida; el egoismo desaparece cuando el contacto entre los dos es tan inmediato que se mueven juntos, manteniendo el mismo ritmo. Dice más adelante Takuan:
 En el Zen, y en la esgrima también, se da gran valor a una mente no vacilante, no interrupción, no lejanía. También se alude en el Zen a un relámpago, o a las chispas que se producen con el impacto de dos piedras. Si esto se comprende dándole el sentido de rapidez, se comete una lastimosa equivocación. La idea es demostrar la contigüidad de la acción, un movimiento ininterrumpido de energía vital. Cada vez que se permita una interrupción por parte de algo que no esté en relación vital con la ocasión, puede estar seguro de que habrá de perder su propia posición. Esto, por supuesto, no quiere expresar el deseo de que las cosas se hagan imprudentemente o en el menor tiempo posible. Si usted albergara este deseo, su sola presencia habría de constituir una interrupción.
Esto es en muchos sentidos similar al arte de escuchar música; si uno se detiene a considerar sus reacciones intelectuales o emotivas ante una sinfonía que se está ejecutando, a analizar la construcción de un acorde o detenerse en una frase determinada, se pierde la melodía. Para escuchar la sinfonía completa uno debe concentrarse en el flujo de las notas y las armonías mientras se va produciendo, manteniendo la mente sujeta continuamente al mismo ritmo. Reflexionar sobre lo que ha ocurrido, pensar sobre lo que habrá de venir, o analizar el efecto que tiene sobre nosotros, equivale a interrumpir la sinfonía y dejar escapar la realidad. Toda la atención debe ser dirigida hacia la sinfonía, olvidándonos de nosotros mismos; si se hace conscientemente la tentativa de concentrarnos sobre la sinfonía, la mente se desvía por causa del pensamiento de que estamos tratando de concentrarnos, y fue por esta razón que Chao~chou le dijo al monje que si tratabade armonizarse con el Tao, se apartaría de él. Por lo tanto el Zen hizo más que limitarse a decirle al hombre que escuchara la sinfonía sin ponerse a pensar sobre las reacciones que en él provocaba; !pues hasta el simple hecho de decirle a alguien que no piense sobre sus reacciones independientes, ya significa hacerlo pensar que no piense en ellas! Por lo tanto el Zen adoptó el método positivo de destacar la sinfonía de la vida en sí misma.
Conocer la naturaleza de Buda significaba conocer la vida, aparte de las "interrupciones", la principal de las cuales era el concepto del yo como entidad diferenciada de la vida, ocupada enteramente en sus propias reacciones privadas frente a la realidad como algo distinto de la realidad misma. Pero mientras los filósofos del Mahayana se entretenían intelectualmente con estas cosas, interesándose en las ideas antes que en las realidades, el Zen iba más allá de todo pensamiento discursivo. Cuando se le preguntaba sobre los misterios ultérrimos del Budismo, respondía [el Buda]: "El árbol de ciprés en el patio"; "El bosquecillo de bambú al pie de la colina"; "La basura seca en el rastrillo". !Cualquier cosa que saque a la mente de las abstracciones de la vida!
La vida Zen no se mueve dentro de carriles; es la libertad del espíritu, libre de las trabas de las circunstancias externas y las ilusiones internas. Su naturaleza íntima es de tan especial carácter que no puede ser descrita en palabras, y lo que más puede acercarnos a ella es la analogía. Es como el viento que se mueve sobre la superficie de la tierra, sin detenerse jamás en ningún lugar determinado, no apegándose nunca a ningún objeto particular, adaptándose siempre a los progresos y retrocesos de la tierra. Si tales analogía dan la impresión de un soñoliento laissez faire , es necesario recordar que el Zen no siempre es una suave brisa, como el Taoísmo decadende; con bastante frecuencia es una ráfaga violenta que barre implacablemente todo lo que encuentra a su paso, un ventarrón de hielo que penetra hasta el corazón de todo y lo atraviesa de lado a lado. La libertad y pobreza del Zen es abandonar todo y "seguir adelante", pues esto es lo que la vida misma hace, y el Zen es la religión de la vida.
osho