viernes, 4 de mayo de 2012

Debemos morir para todas nuestras emociones



¿Qué entendemos por emoción? ¿Es una sensación, una reacción, una respuesta de los sentidos? El odio, la devoción, el sentimiento de amor o simpatía por otro, son todas emociones. A algunas, como el amor y la simpatía, las llamamos positivas, mientras que a otras, como el odio, las llamamos negativas y queremos librarnos de ellas. ¿Es el amor lo opuesto del odio? Y ¿es el amor una emoción, una sensación, un sentimiento que prolongamos por medio de la memoria?
... Entonces, ¿qué entendemos por amor? Ciertamente, el amor no es memoria. Eso resulta para nosotros muy difícil de entender, porque para casi todos el amor es memoria. Cuando ustedes dicen que aman a su esposa, a su marido, ¿qué quieren decir con eso? ¿Aman lo que les da placer? ¿Aman lo que han identificado consigo mismos y reconocen como propio? Por favor, éstos son hechos; no estoy inventando nada, así que no se muestren horrorizados.
... Es la imagen, el símbolo «mi esposa» o «mi marido» lo que amarnos, o creemos que amarnos, no el individuo vivo. No conozco en modo alguno a mi esposa o a mi marido; jamás puedo conocer a esa persona en tanto el conocerla implique reconocimiento. Porque el reconocimiento se basa en la memoria, en los recuerdos de placer y dolor, de las cosas para las que he vivido, por las que me he angustiado, de las que poseo y a las cuales me apego. ¿Cómo puedo amar cuando hay miedo, dolor, soledad, cuando vivo en la lobreguez de la desesperación? ¿Cómo puede amar un hombre ambicioso? Y todos somos muy ambiciosos, por «honorable» que pueda ser nuestra ambición.
Así pues, a fin de descubrir realmente qué es el amor, debemos morir para el pasado, para todas nuestras emociones para el bien y el mal; debemos hacerlo sin esfuerzo, como lo haríamos con algo venenoso, porque comprendemos lo que implica.

6 de mayo; Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XIII



miércoles, 2 de mayo de 2012

LA CONFIANZA

Una vez que sabes, ¿qué sentido tiene creer? La creencia está en la ignorancia. Si sabes, sabes. Y es bueno que si no sabes, sepas que no sabes –la creencia puede defraudarte. La creencia puede crear un ambiente en tu mente en el que, sin saber, empiezas a creer que sabes. La creencia no es confianza, y cuanto más vigorosamente digas que crees completamente, más miedo tienes a la duda que llevas dentro.

La confianza no sabe de dudas. La creencia no es más que reprimir la duda; es un deseo. Uno no se siente solo; no se siente desprotegido, inseguro –de ahí viene la creencia.

La confianza es sencilla. Es como un niño que confía en su madre. No se trata de creer –la creencia aún no se ha introducido en él. Una vez fuiste un niño pequeño, ¿creías en tu madre o confiabas en ella? La duda aún no ha surgido, por tanto, ¿qué sentido tiene creer? La creencia llega solamente cuando se introduce la duda; primero viene la duda. Más tarde, para reprimir la duda, te aferras a una creencia. Confianza es cuando la duda se desvanece; confianza es cuando la duda no existe.

Por ejemplo, respiras. Tomas una respiración hacia dentro; después exhalas, sueltas el aire. ¿Tienes miedo de soltar el aire porque, quién sabe, tal vez no vuelva? Confías. Confías que volverá. Desde luego que no hay motivo para confiar. ¿por qué razón? ¿Por qué debería volver el aire? A lo sumo puedes decir que en el pasado siempre ha sucedido así –pero eso no es una garantía. Puede que no ocurra en el futuro. Si tienes miedo de soltar el aire porque puede que no vuelva, entonces contendrás la respiración dentro. En eso consiste la creencia –en colgarse, en aferrarse. Pero si contienes la respiración, tu cara se pondrá morada y sentirás que te asfixias. Y si sigues haciéndolo, morirás.

Todas las creencias asfixian y ninguna te ayuda a estar realmente vivo.

Si exhalas confías en la vida. La palabra budista “nirvana” sencillamente significa exhalar, respirar hacia fuera –confiar. La confianza es un fenómeno muy, muy inocente. La creencia pertenece a la cabeza; la confianza al corazón. Uno simplemente confía en la vida porque procede de ella, vive en ella, y regresa de nuevo al origen. No existe el miedo. Naces, vives y morirás; no hay miedo. Otra vez volverás a nacer, volverás a vivir y morirás. La misma vida que te ha proporcionado la vida siempre puede darte más vida, por tanto, ¿por qué tener miedo? ¿Por qué aferrarse a las creencias? Las creencias son producto del hombre; la confianza es producto de Dios. Las creencias son filosóficas; la confianza simplemente demuestra que sabes en qué cosiste el amor. No es un concepto de Dios sentado en algún lugar del cielo manipulando y dirigiendo. La confianza no necesita de ningún Dios, la vida infinita, esta totalidad, es más que suficiente. Una vez que confías, te relajas.

Aferrarse algo, cualquier cosa que sea, demuestra desconfianza. Si amas a una mujer o a un hombre, y te enganchas, únicamente demuestra que no confías. Si amas a una mujer y le preguntas: “¿Me amarás también mañana o no”?. No confías. Confías más en el juzgado para casarte, no confías. Confías más en el juzgado, en la policía, en la ley, que en el amor. Te estás preparando para el mañana. Si esta mujer o este hombre intenta engañarte mañana o te deja en la estacada. Puedes obtener ayuda del juzgado y de la policía, la ley estará contigo y toda la sociedad te apoyará. Estás tomando tus medidas, por miedo. Pero si realmente amas, con el amor es suficiente, más que suficiente. ¿A quién le importa el mañana?

La confianza te abre los ojos; no tiene nada que perder. Confianza significa que todo lo que es real, es real –“puedo dejar a un lado mis deseos y esperanzas, no afectan a la realidad. Lo único que pueden es distraer mi mente de la realidad.

Es más fácil tener conocimientos, es muy barato, no cuesta nada; es muy difícil, arduo, alcanzar el saber. Por eso son tan pocas, muy raras las personas que intentan meditar; muy raras las personas que tratan de orar, muy raras las personas que jamás hacen algún esfuerzo por saber lo que la verdad es. Y todo aquello que no hayas aprendido por ti mismo no tiene sentido. Nunca podrás estar seguro de ello. La duda nunca desaparece; la duda permanece por debajo como un gusano, saboteando tu conocimiento. Puedes gritar muy alto que crees en Dios, pero tus gritos no demuestran nada. Tus gritos solamente prueban una cosa: que existe la duda. Solamente la duda grita muy fuerte. Puedes convertirte en un creyente fanático pero tus fanatismo únicamente demuestra una cosa: que la duda existe.

Cuando un niño empieza a andar por primera vez, existe en él una tremenda confianza de que será capaz de hacerlo. Nadie le ha enseñado. Solo ha visto andar a otras personas, eso es todo. Pero ¿cómo puede llegar a la conclusión de que: “Seré capaz de andar”? Es tan pequeño. Las personas son tan grandes, gigantes comparadas con él, y sabe que siempre que se pone en pie se cae –pero aun así lo intenta. La confianza se lleva incorporada. Está en cada célula de tu vida. Lo intenta, caerá muchas veces; lo volverá a intentar una y otra vez. Y un día, la confianza vence y comienza a caminar.

La sociedad, la civilización, la cultura, la iglesia, todos ellos fuerzan al niño a ser más lógico. Intentan que enfoque sus energías hacia la cabeza, se hace muy difícil descender al corazón. De hecho, todos los niños nacen con una gran energía de amor. El niño nace de la energía de amor. El niño está lleno de amor, de confianza. ¿Has mirado a los ojos de un niño pequeño? -cuánta confianza. El niño puede confiar en todo: puede jugar con una serpiente, puede irse con cualquiera. Puede moverse tan cerca del fuego que puede llegar a ser peligroso –porque aún no ha aprendido cómo dudar. Así pues, le enseñamos la duda, el escepticismo, la lógica. Parecen ser medidas para sobrevivir. Le enseñamos el miedo, la precaución, la prudencia, y todo ello junto mata la posibilidad del amor.

Poco a poco la gente aprende a no confiar, a convertirse en escépticos crónicos. Pero sucede tan lentamente, en dosis tan pequeñas, que nunca te das cuenta de lo que está pasándote. Para cuando ha ocurrido, ya es demasiado tarde. A esto la gente lo llama experiencia. Dicen que una persona tiene experiencia cuando ha perdido contacto con su corazón: dicen que uno es muy experto, muy listo, muy astuto; nadie puede engañarlo. Tal vez nadie pueda decepcionarlo, pero se ha engañado a sí mismo. Ha perdido todo lo que era valioso; lo ha perdido todo.

Sabemos cómo hacer las cosas; ese es el modo masculino, positivo, agresivo.

Existe otro planteamiento, más sutil, más grácil, más femenino: mantenerse en un estado de entrega, de rendición, y permitir que la existencia fluya a través de ti. Esto es hacer mediante el no-hacer. En un sentido es negativo, porque no estás haciendo nada. Sentado en silencio, sin hacer nada, la primavera llega y la hierba crecer por sí sola. Este es el secreto de la auténtica meditación: sentado en silencio, no hagas nada. Espera…, espera pacientemente. Espera en la profunda confianza de que la existencia cuida de ti, que cuando estés preparado y maduro, serás colmado de amor, que el amor te desbordará. La primavera llega…, eso significa que cada cosa tiene su época. No puedes obtenerlo antes de que llegue su tiempo, tienes que alcanzar una cierta madurez.
osho