miércoles, 25 de enero de 2012

LIBERTAD Y MENTE

La mente nunca puede ser libre. Libertad y mente nunca se encuentran. “Mente” quiere decir “esclavitud”. La mente es una prisión. En la mente vives una vida encapsulada, envuelta en todo tipo de pensamientos, teorías, sistemas, filosofías, envuelta en todo el pasado de humanidad, en todo tipo de supersticiones: hindúes, musulmanas, cristianas, budistas, jainas, políticas, sociales, económicas, religiosas. O bien tu mente está constituida por los ladrillos de la Biblia, el Corán, el Gita, o bien del Das Kapital o del Manifiesto comunista. Puedes haber construido tu prisión de manera diferente a los demás, puedes haber escogido un arquitecto diferente, pero la prisión es la misma. Puede que el arquitecto sea Sigmund Freud, Karl Marx, o Albert Einstein. Puedes elegir. Hay prisiones de todas formas y tamaños. Y su decoración interior depende de ti. Puedes disponer en ella hermosas pinturas, puedes alfombrarla de pared a pared, puedes pintarla a tu gusto, puedes hacer unos cambios aquí y allá —la ventana a la izquierda o a la derecha; las cortinas de éste o aquel material—... pero una prisión es una prisión.

La mente, como tal, es una prisión y todos vivimos en esa prisión. A menos que salgas de la prisión nunca sabrás lo que es la libertad. Tu prisión puede ser muy cómoda, confortable, conveniente. Puede estar muy bien decorada, ribeteada con oro, con diamantes... Te será difícil dejarla. Te has esforzado mucho para crearla. No te va a ser fácil. Pero una prisión es una prisión. De oro o de barro, da lo mismo. Nunca conocerás la inmensidad de la libertad, nunca conocerás la belleza y el esplendor de la libertad; tu esplendor permanecerá encerrado. Nunca sabrás qué es ser dios. Nunca descubrirás que el ganso siempre ha estado fuera. Vivirás en todo tipo de sueños. Pero por muy bonitos que sean, los sueños son sueños, y antes o después todos los sueños resultan destruidos.

Pero la mente se perpetúa a sí misma. Si un sueño es destruido, inmediatamente crea otro sueño. De hecho, siempre tiene uno en reserva. Antes de que el viejo resulte destruido, te proporciona uno nuevo: un sueño mejor, más refinado, más sofisticado, más científico, más tecnológico. Y de nuevo te captura, de nuevo surge el deseo: “¿Por qué no intentarlo? Aunque los demás sueños hayan resultado un fracaso, eso necesariamente no significa que todos los sueños tengan que resultar un fiasco. Quizá uno resulte”. Esa esperanza sigue ahí; esa esperanza te mantiene persiguiendo sueños. Y cuando llega la muerte descubres que toda tu vida no ha sido más que materia de la que están hechos los sueños:
osho