miércoles, 9 de noviembre de 2011

La inteligencia - Los sentimientos - Las palabras - El condicionamiento


La verdad, el verdadero Dios ‑Dios verdadero, no el Dios que es hechura del hombre- no quiere una mente que ha sido destruida, una mente trivial, superficial, estrecha, limitada. Necesita una mente sana, una mente rica ‑rica no en conocimientos sino en inocencia-, una mente sobre la cual jamás haya habido una marca dejada por la experiencia, una mente libre del tiempo. Los dioses que ustedes han inventado para confortarse aceptan la tortura, aceptan una mente que se ha embotado. Pero aquello que es verdadero no lo acepta; quiere un ser humano completo, total, un ser humano cuyo corazón sea pleno, rico, claro, capaz de sentir intensamente, capaz de ver la belleza de un árbol, la sonrisa de un niño, la angustia de una mujer que jamás ha tenido una comida completa.
Debemos tener este sentimiento extraordinario, esta sensibilidad hacia todo: hacia el animal, hacia el gato que se pasea encima del muro, hacia la escualidez, la suciedad, la inmundicia de los seres humanos que viven en la extrema pobreza, en la desesperación. Debemos ser sensibles, lo cual implica sentir intensamente, no en cierta dirección particular, no como una emoción que va y viene, sino ser sensibles con nuestros nervios, nuestros ojos, nuestro cuerpo, nuestros oídos, nuestra voz. Debemos ser completamente sensibles todo el tiempo. A menos que uno sea tan plenamente sensible, no hay inteligencia. La inteligencia adviene con la sensibilidad y la observación.
1 de mayo; Obras Completas de J. Krishnamurti Vol. XIV

lunes, 7 de noviembre de 2011

Uno debe ir muy a lo profundo para conocer el júbilo


Muy pocos de nosotros disfrutamos plenamente de algo. Es muy pequeño el júbilo que nos despierta la visión de una puesta del sol, o ver a una persona atractiva, o a un pájaro en vuelo, o un árbol hermoso, o una bella danza. No disfrutamos verdaderamente de nada. Miramos algo; ello nos entretiene o nos excita, tenemos una sensación que llamamos gozo. Pero el disfrute pleno de algo es mucho más profundo, y esto debe ser investigado y comprendido .
A medida que envejecemos, aunque queremos disfrutar de las cosas, lo mejor ya nos ha abandonado; deseamos deleitarnos con otra clase de sensaciones: pasiones, lujuria, poder, posición. Aunque sean superficiales, éstas son las cosas normales de la vida; no son para ser condenadas ni justificadas, sino que debemos comprenderlas y darles su exacto lugar. Si uno las condena por carentes de valor, por sensuales, estúpidas o poco espirituales, destruye todo el proceso del vivir...
Para conocer el júbilo, uno debe ir mucho más a lo profundo. El júbilo no es mera sensación. Requiere un refinamiento extraordinario de la mente, pero no el refinamiento del «yo» que acumula más y más para sí mismo. Un «yo» así, un hombre así, jamás podrá comprender este estado de regocijo en el que no existe el «uno» que se regocija. Tenemos que comprender esta cosa extraordinaria; de lo contrario, la vida se vuelve muy trivial, superficial, mezquina: nacer, aprender unas cuantas cosas, sufrir, engendrar hijos, asumir responsabilidades, ganar dinero, tener un poco de entretenimiento intelectual y después morirse.
JCKrisnamurti