lunes, 11 de marzo de 2013

Morir cada día

¿Qué es la edad? ¿Es el número de años que uno ha vivido? Eso forma parte de la edad; uno ha nacido en tal y tal año, y ahora tiene quince, cuarenta o sesenta años. El cuerpo envejece, y lo mismo ocurre con la mente cuando está cargada con todas las experiencias, desdichas y fatigas de la vida; y una mente así jamás puede descubrir qué es la verdad. La mente puede descubrir algo sólo cuando es joven, fresca, inocente; pero la inocencia no es una cuestión de edad. No sólo el niño es inocente ‑puede no serlo-, sino la mente que es capaz de experimentar sin acumular los residuos de la experiencia. La mente tiene que experimentar, eso es inevitable. Tiene que responder a todo, al río, al animal enfermo, al cuerpo muerto que llevan para la cremación, a los pobres aldeanos que transportan sus cargas por el camino, a las torturas y miserias de la vida; de lo contrario, la mente ya está muerta. Pero tiene que ser capaz de responder sin quedar atrapada en la experiencia. La tradición, la acumulación de experiencias, las cenizas de la memoria, todo eso es lo que envejece a la mente. La mente que muere cada día a los recuerdos del ayer, a todas las alegrías y los dolores del pasado, una mente así es lozana, inocente, no tiene edad; y sin esa inocencia, ya sea que uno tenga diez años o sesenta, no encontrará a Dios.



10 de noviembre; El propósito de la educación