miércoles, 16 de mayo de 2012

LA VIDA

La vida no escucha tus razonamientos; va por su propio camino sin detenerse. Tú tienes que escuchar a la vida, la vida no va a escuchar tus razonamientos, no le interesan tus disquisiciones.

Cuándo vas por la vida, ¿qué te encuentras? Se acerca una gran tormenta, y los árboles grandes se caen. Deberían sobrevivir, según Charles Darwin, porque son los más aptos, los más fuertes, los más poderosos. Fíjate en un viejo árbol de ocho metros de altura y trescientos años. La misma presencia del árbol da fuerza, da sensación de fuerza y poder. Hay millones de raíces que se han extendido por la tierra, profundizando para que el árbol esté de pie con todo su poder. El árbol, por supuesto, lucha, no quiere claudicar, no quiere rendirse... pero cae durante la tormenta, muere, ya no está vivo y toda la fuerza que tenía se ha ido. La tormenta ha sido demasiado, la tormenta siempre es demasiado, porque viene de la totalidad y el árbol sólo es individual.

También hay plantas pequeñas y hierba corriente; cuando llega la tormenta la hierba cede, por eso la tormenta no puede hacerle daño. Como mucho la limpiará bien, nada más; arrastrará toda la tierra que se haya ido acumulando sobre la hierba. La tormenta le da una buena ducha, y cuando se acaba, las pequeñas plantas y las hierbas están de nuevo bailando felices. La hierba casi no tiene raíces, hasta un niño la puede arrancar, pero ha vencido a la tormenta. ¿Qué ha ocurrido?

La hierba ha seguido el camino del Tao, el camino de Lao Tzu, y el árbol ha seguido el camino de Charles Darwin El gran árbol era muy racional: intentó resistirse, intentó demostrar su fuerza. Si intentas demostrar tu fuerza, serás derrotado. Todos los Hitlers, Napoleones y Alejandros son árboles grandes, fuertes. Serán derrotados. Los Lao Tzus son pequeñas plantas: nadie las puede derrotar porque siempre están dispuestas a ceder. ¿Cómo vas a derrotar a alguien si está dispuesto a ceder, si dice: «Ya me has derrotado», si dice: «Señor, disfrute de su victoria, no hace falta que se moleste, ya me ha vencido»? Incluso un Alejandro se sentiría inútil delante de un Lao Tzu no podría hacer nada. Esto es exactamente lo que sucedió...

En la época de Alejandro había un sannyasin, un místico que se llamaba Dandamis; en esa época Alejandro estaba en India. Cuando se iba a marchar a India, los amigos le dijeron que a la vuelta debía traerles un sannyasin, ya que esa rara flor sólo florecía en India. —Trae un sannyasin —le dijeron—. Vas a traer muchas cosas pero no te olvides de traemos un sannyasin, queremos conocer el fenómeno del sannyas, qué es, qué es exactamente un sannyasin.

Estaba tan entregado a las guerras y las luchas que estuvo a punto de olvidarse; pero al regresar, justo en la frontera de India, de repente se acordó. Cuando estaba a punto de abandonar el último pueblo, le pidió a sus soldados que fuesen al pueblo y preguntasen si había algún sannyasin por los alrededores. Dio la casualidad de que allí, al lado del río, estaba Dandamis, y la gente dijo: —Has preguntado en el momento oportuno, has llegado en el momento oportuno. Hay muchos sannyasins, pero siempre es raro encontrar un verdadero sannyasin, y ahora está aquí. Puedes recibir darshan*, puedes visitarle.



Alejandro se rió y dijo: —No he venido aquí para recibir darshan, irán mis soldados a buscarle. Me lo llevaré a la capital de mi país.



—No va a ser tan fácil —dijeron los aldeanos.



Alejandro no podía creerlo, ¿qué dificultad podía haber? Había conquistado a emperadores y grandes reyes, ¿qué dificultad podía tener con un pobre mendigo, un sannyasin? Los soldados fueron a encontrarse con el tal Dandamis que estaba desnudo en la orilla DELrío. —Alejandro Magno te invita a acompañarle a su país —le dijeron—. Tendrás todas las comodidades y te proporcionará todo lo que necesites. Serás huésped del rey.



El faquir desnudo se rió y dijo: —Decidle a vuestro amo que quien se llama a sí mismo magno no puede ser magno. Y nadie me puede llevar a ningún sitio... un sannyasin se mueve como las nubes, con libertad absoluta. No soy esclavo de nadie.



—Debes haber oído hablar de Alejandro Magno, es un hombre peligroso. Si le dices que no, no te hará caso, simplemente te cortará la cabeza —le dijeron.



El sannyasin dijo: —Es mejor que le digáis a vuestro maestro que venga, quizá pueda entender lo que estoy diciendo.



Alejandro tuvo que ir, porque los soldados volvieron y le dijeron: —Es un hombre extraño, luminoso, emana algo del más allá. Está desnudo, pero en su presencia no lo notas, sólo te das cuenta después. Es tan poderoso que en su presencia te olvidas de todo el mundo. Es magnético, y está rodeado de un enorme silencio; es como si los alrededores gozasen con su presencia. Vale la pena verle, pero parece que el pobre hombre va a tener problemas, porque dice que nadie le puede llevar a ningún sitio, que no es esclavo de nadie.



Alejandro fue a verle con la espada desenvainada. Dandamis se rió y dijo: —Baja tu espada, aquí no te servirá de nada. Vuelve a envainar la espada; aquí no te servirá de nada porque sólo puedes herir mi cuerpo, y hace tiempo que lo abandoné. Tu espada no me puede herir, por tanto vuelve a guardarla; no seas infantil.



Y se dice que ésta es la primera vez que Alejandro obedeció las órdenes de alguien, porque en presencia de este hombre no podía recordar quién era. Volvió a guardar la espada en su vaina y dijo:



—Nunca he conocido a un hombre tan bello. —Cuando volvió a su campamento dijo—: Es difícil matar a un hombre que está dispuesto a morir, no tiene sentido hacerlo. Puedes matar a alguien que se resiste, entonces, tiene algún sentido; pero no puedes matar a alguien que te está diciendo: «Ésta es mi cabeza, córtamela.»



Y Dandamis realmente dijo: —Ésta es mi cabeza, córtamela. Cuando caiga, verás cómo rueda por la arena, y yo también veré cómo cae en la arena, porque no soy el cuerpo. Soy un testigo.



Alejandro tuvo que comunicárselo a sus amigos: —Podía haber traído algunos sannyasins, pero no eran sannyasins. Luego me encontré con un hombre que era realmente extraño; teníais razón en lo que decíais, es una rara flor, pero nadie le puede obligar porque no tiene miedo a la muerte. Si una persona no tiene miedo a la muerte, ¿cómo puedes obligarle a hacer algo?



Tu miedo es lo que te esclaviza, es tu miedo. Si no tienes miedo ya no eres un esclavo; de hecho, tu miedo te obliga a esclavizar a los demás antes de que ellos te esclavicen a ti.



La persona que no tiene miedo, no le tendrá miedo a nadie y nadie le temerá—. El miedo desaparece completamente.
































osho