La gente busca la felicidad en cosas cuya naturaleza esencial no dan la felicidad en absoluto. Van de un objeto a otro. Pensar que podemos alcanzar la felicidad en algo externo, es solo una ilusión de la mente. En realidad no existe felicidad en ninguna circunstancia externa. La felicidad que ansiamos está dentro de nosotros. Dios nos ha dado un cuerpo, sentidos e inteligencia, justo para que aprendamos esta lección y busquemos la fuente auténtica de la bienaventuranza. Si utilizamos nuestros sentidos indiscriminadamente solo hallaremos sufrimiento en lugar de la felicidad que esperamos.
Para aquellos que solo ansían placeres egoístas y vivir sin contención, el resultado será la ruina. Es natural que deseos y emociones surjan en la mente, pero la contención es necesaria. Es natural tener hambre pero no comemos cualquier cosa comestible que veamos. Si así fuera nos pondríamos enfermos. Del mismo modo, el ansia excesiva de placeres conduce al sufrimiento. Pero la gente no se da cuenta de esto. El placer de los sentidos viene de dentro. La gente corre frenéticamente detrás de la felicidad externa hasta que se derrumban en un estado de sufrimiento y desesperación. Se levantan, corren de nuevo y de nuevo caen. Si vamos solamente en busca de placeres externos no encontraremos paz en la vida. Debemos aprender a mirar hacia dentro pues ahí es donde se encuentra la felicidad auténtica. Pero no encontraremos esa bienaventuranza hasta que evitemos esos saltos externos de la mente, hasta que la aquietemos. En el fondo del océano no hay olas. Igualmente os daréis cuenta de que la mente se calma automáticamente cuando nos sumergimos en sus profundidades. Ahí solo hay bienaventuranza.
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