En consecuencia, terminar con el dolor es entrar en contacto con la muerte mientras uno está vivo, muriendo para su nombre, para su casa, su propiedad, su causa ‑eso es lo que va a ocurrir cuando uno muera-, de modo que esté fresco, joven, claro y pueda ver las cosas como son, sin distorsión alguna. Pero tenemos una muerte limitada a lo físico. Sabemos muy bien, lógicamente, sensatamente, que el organismo va a llegar a su fin. De modo que inventamos una vida que ya hemos vivido, una vida de angustia cotidiana, de insensibilidad cotidiana, de problemas crecientes con su estupidez; ésa es la vida que queremos llevar al otro lado, y la llamamos el «alma», de la que decimos que es la cosa más sagrada, una fracción de lo divino; pero eso sigue formando parte de nuestro pensamiento y, por lo tanto, no tiene nada que ver con la divinidad. ¡Es nuestra vida!
De manera que uno tiene que vivir cada día muriendo; muriendo, porque entonces está uno en verdadero contacto con la vida.
15 de noviembre; Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XV
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