desgraciadamente para el país, se han cumplido. Una dictadura de incapaces,
manejada por políticos venales y sometida a mandatos extraños, ha hecho
posible el desastre. El crimen y la persecución han dividido irreconciliablemente
a nuestra comunidad, que comienza a debatirse en la anarquía y el caos.
En este libro anhelo mostrar la verdadera naturaleza del pleito que
se está decidiendo en nuestro país. Por consideración a los lectores, por
la amplitud y la complejidad del problema, se ha debido realizar, más que
nada, una tarea de síntesis. Para documentar “el desastre económico” he
utilizado las propias publicaciones de nuestros enemigos y los juicios de
personas imparciales en forma de asegurar una insospechable ecuanimidad
que mi condición de beligerante haría dudosa. El capítulo de “Vendepatrias
y cipayos” comprende el aspecto más complejo del drama argentino en sus
relaciones con lo internacional.
El adelanto técnico ha hecho desaparecer las distancias y, con las luchas
enconadas que caracterizan estos tiempos, el mundo se está convirtiendo
en un campo de batalla común donde se dirimen, todos los días, nuevas
acciones de la Guerra Fría.
La controversia del Capitalismo con el Comunismo se extiende por
momentos, abarcando los más insospechados aspectos y dando a la lucha
mundial un carácter de integralidad impresionante. Los intereses coloniales,
de viejas y profundas raíces en la Argentina, liberada por el Justicialismo y
recolonizada por la reacción, hacen concurrir influencias foráneas al pleito
aparentemente interno de la Nación Argentina.
La hipocresía, utilizada sin medida tanto en lo interno como en lo
internacional, dispersa sobre los hechos la neblina de la simulación que,
cubriéndolo todo, a menudo impide distinguir el panorama. Yo intento aquí
conducir al lector por el laberinto de los convencionalismos y mostrarle lo
poco que conozco de la verdad. Por eso, este libro está dirigido a la juventud
que no conoce esa verdad y a los viejos que la conocemos demasiado.
El hombre es el único animal que ha conseguido engañarse a sí mismo,
pero también es el único que sabe elegir por sí el camino de la razón. No creo
en la eficacia de seguir cultivando la cizaña de la mentira, prefiero el fruto
de la verdad que, aunque cueste, vale mucho más. En este libro no ataco,
critico. Quien no sea amante de la verdad es mejor que no lo lea.
INTRODUCCIÓN
A los dos años de actuación de la dictadura militar que usurpó el
poder, el balance de la situación argentina arroja un saldo dramático de
crimen, miseria y dolor. Han desaparecido todas las garantías y se ha caído
en tal estado de descomposición institucional, que todo hace pensar que el
país marcha aceleradamente a la guerra civil. El orden económico ha sido
destruido por la especulación y el asalto de las bandas gobernantes y la ruina
comienza ya a presentarse con caracteres alarmantes. El fracaso político, la
anarquía social y la resistencia popular acentúan aún más las tintas de este
cuadro lleno de amenazas.
Desmintiendo las falsedades que la dictadura propala por intermedio
de las agencias que, como la United Press, sirven a sus intereses y pasiones,
damos una idea sintética de esa realidad, en la que no solo se ha destruido
los valores económicos del país, sino que se ha fusilado sin juicio, se ha
masacrado trabajadores y, mediante bandas de civiles armados, se ha
asesinado millares de ciudadanos, para someter al país y entregarlo, atado
de pies y manos, a la explotación foránea.
Deseamos también mostrar a nuestro heroico pueblo en la defensa de
su causa, mediante la resistencia que opone a la opresión y a la ignominia.
La causa del pueblo argentino es la causa de todos los pueblos que luchan
por su liberación en todas las latitudes de la tierra, cristalizada en la Doctrina
Justicialista, cuyas banderas de justicia social, independencia económica y
soberanía nacional, superando los más cruentos sacrificios, se mantienen
triunfantes en el pueblo que enfrenta a las fuerzas pretorianas de la
usurpación y la entrega, que, como en todas partes, fusilan y masacran al
pueblo sin piedad y sin razón.
La causa del pueblo argentino es la misma causa por la que combaten
los heroicos pueblos árabes del Medio Oriente o de Chipre y por la que
combatirán un día no muy lejano todas las colonias que aún gimen bajo
la férula de los déspotas que se disfrazan con el manto de una democracia
falaz y explotadora. Esa lucha solo ha comenzado y estamos persuadidos de
que se ha de decidir a favor del pueblo, como lo será en todas partes donde
en la actualidad se combate por la liberación de los oprimidos, contra la
colonización anacrónica de un imperialismo en liquidación.
Hace dos años, al salir del país, predijimos cuanto está ocurriendo.
El desastre de la economía privada, la caída de la economía popular y el
desbarajuste de la economía estatal representan la obra deliberadamente
provocada por la dictadura que, obedeciendo al mandato foráneo, ha
tratado de desorganizar el país para ponerlo inerme en las manos de los
consorcios británicos que financiaron, dirigieron y condujeron toda la acción
revolucionaria en la Argentina. La consecuencia ha sido el desequilibrio social
y político que está llevando a la Nación al caos y a la anarquía, producto de
pretender suprimir la justicia social, destruir la independencia económica,
someter a la mayoría por decreto para imponer a una minoría impopular
facciosa que, en representación de sus amos, se preste a la recolonización
de su propia Patria.
Desgraciadamente para la dictadura, la historia solo marcha hacia
adelante. Su intento de retrotraer al país al año 1943, como era de imaginar,
les ha resultado fatal. La consecuencia de semejante desatino ha sido una
crisis de desequilibrio que no tiene precedente ni remedio, porque cuando se
llega a este punto, la fuerza y la violencia resultan inoperantes e impotentes
para resolver nada, desde que los problemas no se pueden ya resolver con
cárceles, masacres y fusilamientos.
Por el carácter colonialista del levantamiento naval, el problema de
la República Argentina ha dejado de ser un simple pleito político, para
transformarse en un movimiento de liberación nacional contra las fuerzas
de ocupación de un colonialismo que hace más de un siglo puja por sentar
sus reales en el Río de la Plata. Esta es la circunstancia que explica la
actitud contumaz de los dos sinvergüenzas que encabezan el elenco de la
usurpación, que, a pesar de su fracaso político, del desastre económico que
han provocado, de la anarquía social en que han sumido al país y del repudio
unánime del pueblo, permanecen imperturbables y ajenos a todo en sus
cargos de virreyes. Pero es también esta circunstancia la que justifica la
férrea decisión popular de luchar por su independencia.
La Marina y la parte de las otras Fuerzas Armadas que se prestaron al
motín contra el Gobierno Constitucional comienzan a darse cuenta de que han
sido las causantes del desastre de la Nación y de que serán las responsables
Los vendepatria
de los largos años de miseria y dolor en que se sumirá al pueblo. Los que
en nombre de la “libertad” y la democracia han perseguido sin piedad a
la ciudadanía, comienzan también a percatarse de que han sido un ciego
instrumento de las más bajas pasiones y de los más sórdidos intereses de
los grupos dominantes; de que han fusilado patriotas y masacrado hermanos
solo para servir a esos bastardos intereses y pasiones.
Aramburu y Rojas, insensibles, ignorantes e incapaces, son los culpables
de todos los males que han desencadenado y los autores directos de tanto
crimen, miseria y dolores inútiles. Sus sucesivos fracasos comienzan a
imponerles una retirada, y así la dictadura militar que azota al país busca
desesperadamente un escape político a través del fraude, como un intento de
evitar la amenaza de la reacción del pueblo integralmente insurreccionado.
Por eso tratan de cubrir su retirada mediante un “continuismo” que ensaye
legalizar su inexplicable revolución, en la que no se ha dejado error,
arbitrariedad ni crimen por cometer contra la Patria, el pueblo y la ciudadanía.
Las elecciones de constituyentes han evidenciado de manera indudable
el fraude, y la concurrencia frondizista no ha hecho sino dar apariencias
de legalidad a ese fraude y demostrar el perjuicio de concurrir a futuras
elecciones de ese tipo.
Habíamos repudiado estas elecciones por la ilegitimidad de la derogación
de la Constitución Justicialista, por la ilegalidad de la convocatoria, por la
exclusión de varios millones de ciudadanos del Padrón Electoral, por las
arbitrariedades, inhabilitaciones y prisiones de dirigentes y por las trabas de
todo orden creadas a las fuerzas mayoritarias. Consumado este inaudito acto
electoral, se suman la evidencia del fraude en todas sus formas mediante las
más burdas maniobras realizadas antes, durante y después de los comicios
mismos: se violan todas las normas preelectorales, se perturban los comicios,
se escamotean las cifras alterando en todas formas los resultados, se ocultan
los guarismos de los votos en blanco y se omite toda referencia a los votos
anulados, observados e impugnados, y lo más escandaloso resalta en las
propias informaciones de la dictadura, en las que aparecen sobrando casi un
millón de votos sobre los 9.728.839 de inscriptos en el Registro Electoral de
la República.
Frente a este cuadro ignominioso de falsedad y mala fe, ¿qué puede
esperar la ciudadanía de las anunciadas elecciones de febrero? Si las fuerzas
peronistas formaran partido o se agregaran a las que simulan la oposición,
solo habrían sumado el escarnio al error, porque la dictadura, mediante la
trampa electoral, aparecería como victoriosa e, inconscientemente, nosotros
habríamos concurrido a la legalización de ese fraude. Concurrir a cualquier
elección convocada por la dictadura es complicarse en un acto ilegítimo
en perjuicio del pueblo, dando apariencias de legalidad a una elección
fraudulenta.
La dictadura pretende arreglarlo todo con simulaciones y falsedades,
sin percatarse de que la realidad económica, social y política solo puede ser
la verdad. Todas sus mentiras, ampliamente propaladas por sus agencias,
solo le servirán para degradarse más cada día, porque “la mentira tiene las
piernas cortas” y cuando la realidad llega, la simulación se desvanece y solo
queda el deshonor de la infamia y el recuerdo del engaño.
En este libro queremos presentar precisamente el contraste de esas
falsedades a la luz de la realidad, que es la verdad comprobada por los
números y los hechos, que no pueden ser negados ni cambiados por la
sofística dictatorial. Es allí donde haremos resaltar las falsedades anteriores,
que nos posibiliten deducir y desmentir las falsedades presentes.
Juan Domingo Peron.-
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